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En estas quebradas calcinadas
¿qué rapsodia estampa el agujero
de piedra?
¿qué disparo hacia el ojo
fulgurando la noche?
No es la belleza de la órbita,
esa mano que imagina
su modo de ser movimiento.
La luz evanescente
recala en el instinto:
intemperancia auditiva de esos pájaros
en su simetría corpórea.

Ver, oír, tocar
¿Cuál es el órgano que blasfema?
¿Cuál el anzuelo?
Un pictograma que se desdobla:
albatros o alabastro
se difuminan como espuma
al dar de sí
su infinita
procedencia,
rasgo puro o blanco rasgo
que los contiene.





Las verbenas sobre el muro:
mandrágora que mancha lo nocturno,los roedores
se aproximan en su instante de desaparición.
Enlazan de amor, 
frágiles reaparecen.
Es la humedad y su desplazamiento 
en forma perpendicular,
su hambre de frutos, 
aproximación repulsiva
que fuga la animalia hacia lo sagrado. 
El muro, testigo y voyeur, 
en su espacio compacto (sin ojos)
permanece inconmovible.

 

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