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Ahí está, otra vez,

temblorosa la pupila,

tensando diminutos nervios

en lo blanco.

Reflejos plomizos, los ve,

se juntan en la ventana.

Primero, la cabeza se incorpora,

luego el cuerpo también se levanta.              

Tiene el cerebro adormecido

y le palpita con fuerza el corazón,

eso siente: un mudo retumbar sentido.

Mientras tanto, desde afuera,

llegan reflejos de otro mundo,

paralelos, espiralados,

o estriadamente concéntricos.           

Pasaron los años

y ya no pretende encontrar

regularidades,

relaciones recíprocas,

causas y efectos o linealidad.

La lógica se quebró

sus partes se han disuelto

si es que alguna vez existieron.

 

...........................

 

 

Durante un rato

no pasó nada,

en alarma permanente

olvida toda tendencia

y no hay efecto secundario

que lo preocupe.

Sabe que debe ajustar deformaciones,

instancias.

La duración es eso para él,

una colección inerte

de los momentos transcurridos

o de la eficacia oscura.

En este sentido y sólo en éste,

no hay ya categorías

ni modificadores.

Espera simplemente un círculo,

una precognición.

...........................

 

¿Es él o es otro?

una pregunta más en los márgenes

de una inteligencia inhibida.

Las aclaraciones

vendrán cuando quieran venir,

no hay que forzar nada -piensa-

voluntad y fenómenos externos

deben decantar lentamente,

aunque las falsas repeticiones

me demuestren lo contrario.

Su lugar es ahora la silla,

aunque podría ser, pero no es,

otro punto en el espacio de la casa.

De algo está seguro:

no puede dudar de sí mismo.

Sí de los cuadros que lo rodean,

sí de su nombre

y de las creencias que posee,

sí de la validez de sus gustos

y hasta de la supuesta asignación

de un árbol genealógico.

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